jueves, 17 de septiembre de 2009

3 historias que hacen pensar





1.

Esta primera historia es de origen árabe, según entiendo, y es de las tres la que más me gusta. ¡Me dejó pensando un buen rato! Dice que cierta vez en el desierto, al caer la noche, cuando una caravana de mercaderes se disponía a hacer campamento, un esclavo se acercó a su maestro y le dijo:

- Maestro, debemos atar a los veinte camellos, pero sólo tenemos diecinueve estacas.
- No te preocupes. Ata diecinueve, y haz los movimientos que harías para atar al vigésimo. No se moverá.

Temeroso de contradecir a su amo, el esclavo hizo como se le ordenó. Efectivamente, a la mañana siguiente, el camello seguía allí. Los mercaderes se dispusieron a reanudar la marcha, y poco antes de partir el esclavo volvió con su maestro.

- Maestro, quise poner en movimiento a los camellos, pero aquel se rehúsa a moverse – dijo, señalando al camello cuya cuerda no tenía estaca.
- Sucede que todavía no lo has desatado.

2.

La segunda es de origen hindú. Cuenta de un mercader que, paseando por los campos de su aldea, se encontró con un sennyasi, un sabio errante que ha alcanzado la iluminación y se siente a gusto en cualquier sitio del mundo.

- ¡No lo puedo creer! – dijo el mercader – anoche soñé, y en mis sueños se me aparecía el Señor Vishnú diciéndome que me encontraría hoy con usted.
- ¿Qué más le dijo el Señor Vishnú? – preguntó el sennyasi.
- Me dijo: “si el hombre te da una piedra preciosa que lleva, podrás tener la más grande de las riquezas”.

Entonces, el sabio buscó entre sus ropas y produjo un diamante enorme, deslumbrante. El aldeano no daba crédito a lo que veía.

- ¿Puedo tenerlo?
- Por supuesto, consérvelo. Lo encontré en el bosque. Es para usted.

El mercader no podía contener su felicidad. Se sentó al pie de un árbol a contemplar su diamante, orgulloso y emocionado. Horas se pasó ahí, observando en silencio su valiosa posesión, y al caer la tarde buscó nuevamente al sennyasi.

- Sabio – le dijo – tenga aquí su diamante. ¿Podría compartir conmigo, en cambio, la riqueza que le permite regalármelo?

3.

La última historia es japonesa. Habla de un japonés (claro) que en la pradera tuvo el infortunio de encontrarse con un tigre hambriento. Perseguido por la fiera, corrió y corrió hasta que, producto del cansancio y la distracción, resbaló por el borde de un precipicio, cayó unos metros y se aferró a un arbusto saliente. Se dio cuenta entonces de que, incluso si hubiera manera de trepar, arriba lo esperaba el tigre, y si no trepaba, sus brazos acabarían cediendo y caería al abismo. ¡Apenas le quedaban unos minutos de vida!

Entonces, vio que el arbusto del que se agarraba tenía bayas. Sujetándose con una mano, tomó una de las bayas y la probó. “¡Dios mío!”, pensó, “¡qué deliciosas están estas bayas!”.


Seguro que estas historias te hacen pensar y relativizar algunios aspectos de tu vida

Visto en: 80 centavos
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